Señor, Tú eres la Vid y yo quiero ser sarmiento. Sarmiento injertado en Ti, pegado y unido a Ti para recibir tu Gracia y tu Alimento diario con el que poder alimentarme y dar frutos. Necesito esa Gracia que me aferre a tus Sacramentos, con los cuales fortalecerme y sostenerme junto a Ti.
No es fácil perseverar ni mantenerse a tu lado. El mundo, ese campo enorme donde Tú nos has plantado, tienes sus peligros. Nos has dado libertad para saber superar los obstáculos del camino, pero sólo con nuestras fuerzas experimentamos que no podemos. ¡Y gracias por nuestras debilidades!, porque en ellas descubrimos la necesidad de caminar sin separarnos de Ti.
Y, también en compañía de tu Madre, ¡nuestra Madre!, con el santo Rosario en la mano, la frecuente confesión, la oración, la escucha atenta a tus indicaciones a través de la Palabra y la Eucaristía, diaria a ser posible, o semanal, conseguiremos sostenernos y perseverar a tu lado. Y no importan las caídas que podamos sufrir, pues nos sabemos queridos y perdonados por tu Inmensa Misericordia.
Porque Tú Señor, no has venido a acusarnos, sino a defendernos y a perdonar nuestros pecados. Y, con tu ayuda, en el Espíritu de Dios, recorrer el camino de nuestra cruz hasta llegar a Ti. Amén.