Me cuesta desprenderme de mis cosas. Quizás el apartado económico sea el de menos preocupación, pues mi situación, a Dios gracias, no presenta muchas posibilidades que me permitan plantearme serios problemas en ese sentido. Si bien, la viuda pobre fue destacada por Jesús por su generosidad, aunque haya sido pequeña.
Porque lo importante no es no tener que dar, sino dar en las medidas de tus posibilidades, y en ese sentido si tengo preocupación y batalla. Siempre te cuesta desprenderte. Sin embargo, hoy quiero pensar que el dinero no es lo más importante. Porque hay otros aspectos donde si puedes ser rico, y quizás no los comparte con suficiente generosidad.
Me preocupa también como gasto mi tiempo, y en qué y cómo lo empleo; me preocupa más el esfuerzo que pueda hacer por aliviar la vida de los que nada tienen, o tienen menos que yo. Tanto material como espiritual. Me preocupa mi comodidad e instalación al margen de lo que puedan estar sufriendo ellos.
Me pregunto si realmente estoy instalado y acomodado en unas costumbres y normas, que guardo escrupulosamente, y de las que me siento esclavo y débil para romper. Me pregunto si trato de esforzarme en, no sólo dar, sino también darme en ayudar material y espiritualmente a otros que lo pasan verdaderamente mal.
Quiero ser sincero conmigo mismo y, aún sintiendo que hago algo, me siento preocupado hasta el punto de sentirme mal. Y eso me preocupa más. Por eso, Señor, te pido fuerza y sabiduría para liberarme de las cadenas que esclavizan mi vida, y sinténdome libre, comprometerme en darme en servicio, por amor, a los más necesitados.