Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

viernes, 28 de octubre de 2016

EL EFECTO DE LA ORACIÓN

HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS



La oración, esa es la pregunta del millón. Porque decimos que creemos, pero luego nos parece no ver sus efectos y, quizás, nos desanimamos, aunque no decimos nada. Pero, silenciosamente, dejamos de orar, o, al menos, de hacerlo con fervor y de forma más rutinaria. ¿Realmente creemos?

Mi experiencia va por ahí. A veces tengo esa sensación que la hago como un cumplimiento y de forma rutinaria. Y tengo la sensación que cuando la hago me quito, como si de un peso u obligación se tratara, de encima. Confieso que me he confesado, valga la redundancia, de esa actitud. Sin embargo, me ha animado el haber oído en Radio María, hace ya días, un comentario sobre una reflexión que hablaba de la importancia de nuestra voluntad.

Explicaban que la voluntad es lo importante. Que a pesar de nuestras distracciones, nuestros cansancio, nuestros desánimos, nuestros gustos y apetencias, el estar ahí tratando de entregar, al menos, nuestra voluntad, el Señor lo valora. Porque de una u otra forma, bien o menos bien, tú decides estar ahí, en su presencia pidiéndole que te transforme, que te cambie y te dé un corazón que descubra el gozo de amar y de contemplarle.

Creo, y pido al Señor que me ilumine, cada día más, que el Señor sólo quiere de nosotros nuestra confianza, nuestra perseverancia y fe. Busca que se la entreguemos. De ahí el valor de nuestra voluntad, y luego todo lo demás correrá de su cuenta. Él es quien nos cambia, quien nos ilumina, quien nos fortalece y nos da todo lo que necesitamos para que gocemos en la oración y hagamos cosas tan hermosas y maravillosas como Él hizo.

Y esa es nuestra esperanza. Abrirle nuestro corazón al Señor y ponernos en oración con Él. Y estar en su presencia dispuesto y prestos a su llamada. Porque, quizás, también nos elige para esa misión que pensamos que podemos hacer. Sólo nos falta decidirnos y contar con el Espíritu Santo. 

No dejemos de orar y contar con el Señor para decidir el camino de nuestra vida. Amén.

jueves, 27 de octubre de 2016

UNIDOS A TI PARA CAMINAR FIRMES Y SEGURO

No podemos ignorar los peligros que nos acechan. Somos carne humana, débil y frágil. Inclinada a dejarse tentar por las apetencias, apegos y pasiones de nuestra debilitada naturaleza humana. La cárcel que nos aprisiona y esclaviza. Y cuyo guardián, con malas intenciones, y príncipe del mundo, trata de mostrárnosla hermosa, apetecida y gozosa para vivirla en este mundo.

Mentiras sobre mentiras. Nuestra esclavitud es el pecado, y en él estamos aprisionado y debilitado. Y nuestros deseos son la liberación. Liberación que el mundo nos oferta apoyada en el poder, la riqueza y el placer, pero que, experimentados, percibimos el vacío, la tristeza, el sin sentido y la muerte.

Sólo en el Señor encontramos la libertad y la liberación de esa esclavitud del pecado. Sólo, por su Gracia, y adherido a la acción del Espíritu Santo, encontramos la fortaleza, la sabiduría, la inteligencia y la voluntad para combatir, afirmarnos y vencer los peligros y tentaciones que se nos presenta a lo largo del camino de nuestra vida. 

Sí, Señor, como Tú, queremos recorrer nuestro camino hasta llegar a Jerusalén. A nuestra Jerusalén particular donde encontraremos tu Gracia y tu Misericordia. A la Jerusalén de nuestra hora, donde, junto a Ti, podremos descansar y encontrar ese remanso de paz, de gozo y felicidad plena. Porque sólo Tú, mi Señor, eres el Camino, la Verdad y la Vida.

Danos esa fortaleza y sabiduría para que, aderezada nuestra voluntad con la fuerza de tu Espíritu, sepamos rechazar y vencer todos esos peligros que el príncipe del mundo nos presenta para alejarnos de Ti. Amén.

miércoles, 26 de octubre de 2016

DAME, SEÑOR, FORTALEZA PARA ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA

Dame, Señor, la Gracia y la sabiduría de esforzarme y perseverar en la lucha de cada día para atravesar la puerta estrecha. Porque esa es la puerta que conduce a la Casa del Padre a la que Tú has ido a prepararnos una mansión para la eternidad. Danos, Señor, la sabiduría de no desaprovechar este tiempo de salvación e injertado en el Espíritu Santo dejarnos guiar por su acción.

Señor, que descubramos que nuestra mejor oración es la de servir a los demás. Que la intimidad contigo nos fortalezca para llevar a cabo el cumplimiento de tu Voluntad, que no es otra que el amar. Amar como Tú nos amas.

Ilumina nuestro camino, Señor, para que nuestra preocupación no esté tanto en mirar para nuestra salvación, cuanto en servir y amar a todos los hombres, porque en esa consiste la Ley y los profetas. Todos nuestros esfuerzos deben ir dirigidos a servir. ¿El modelo? La noche de la Santa Cena, donde Jesús lavó los pies a todos sus apóstoles. Signo de servicio por amor.

Entrar por la puerta estrecha no se logra con oraciones, misas, rosarios y más cosas, sino si esas oraciones, misas, rosarios y más cosas nos sirven para fortalecernos en el servicio y el amor a los demás. Así, el Señor, nos abrirá siempre la puerta para que entremos y gocemos de su compañía y presencia. Amén.

martes, 25 de octubre de 2016

HAZ, SEÑOR, QUE MI VIDA FERMENTE EN LA MASA

A veces no sé si soy fermento o si realmente estoy dentro de la masa. Porque si no lo estoy no puedo fermentarla. Y es posible que lo esté, pero no con la suficiente levadura para fermentarla. Y eso te pido, Señor, la capacidad y el fermento de fermentar, valga la redundancia, la masa.

Con frecuencia creemos que fermentar la masa se trata de hacer algo importante. Algo que se notado y que revolucione el entorno. Y es posible que se creemos y buscamos eso, nunca fermentaremos la masa de nuestra vida ni la de los que están en nuestro entorno. Y no advertimos que la masa y la semilla empiezan tanto a fermentar como a crecer desde algo muy pequeño que no se hace visible al principio, pero que con el tiempo sorprende por su grandeza y magnitud.

Así suceden las cosas en nuestras vidas. No sabemos como ocurren, pero ocurren. Experimentamos muchas cosas en nuestras vidas que nunca pensamos que pasarían ni a las que llegaríamos, pero advertimos, sin darnos cuenta, que han llegado. La Gracia de Dios es la que hace fermentar y crecer tanto la masa en la que estamos inmerso en nuestra vida, como la semilla que hemos plantado dentro de nuestro corazón.

Miramos para atrás, no como nostálgicos y apesadumbrados, sino para ver el camino que hemos recorrido y lo que hemos avanzado. Y la cantidad de masa que quizás hemos preparado para que fermenten ahora o quizás algún día. Será la Gracia del Señor la que mueve los hilos y la que recogerá los frutos. Pues todo es por y para su Gloria.

Confiados en tu Palabra y en tu Gracia e Infinita Misericordia, te pedimos, Señor, que infundas en nuestros corazones la Gracia de ser grano de trigo que crece y se extiende derramando tu Palabra, y fermento que, dentro de la masa, la llena de tu Palabra y proclama tu salvación. Amén.

lunes, 24 de octubre de 2016

CONFIESO MI PECADO

No puedo excluirme, porque muchas veces vivo mi tiempo en función de mis gustos y placeres. Y el domingo lo he utilizado para aprovecharlo según mis intereses. No creo que tenga mucha diferencia con los hipócritas de aquel tiempo. Por eso, aprovechando tu Palabra del Evangelio de hoy, quiero, Señor, pedirte que pongas en mi corazón el anhelo de reservar un tiempo especial para Ti.

Pero, no sólo el domingo, que es un tiempo muy importante, porque es el comienzo de la semana y el día de tu Resurrección, sino cada día de mi vida, porque de las veinticuatro horas que tiene el día, puedo dedicarte un instante al menos, para estar contigo. Y también el domingo, pero sabes que estos tiempos modernos que me ha tocado vivir, muchas profesiones utilizan el domingo para trabajar. Y, curiosamente, es el día que más movimiento tienen en sus trabajos.

De todos modos, Señor, lo verdaderamente importante es tener un espacio de tiempo e íntimo contigo, y que tu Palabra vaya horadando mi corazón hasta hacerte un lugar dentro de él. De modo que su palpitar vaya a tu ritmo, siguiendo tus pasos e intenciones de amor. Sé que eso hará que te busque y que pase contigo buenos ratos. Quizás no sean el domingo, pero sé que Tú me entiendes y no te niegas a estar conmigo un lunes o cualquier otro día, y todos los días en los momentos especiales que puedo parar y aparcar todo lo demás para hablar y reflexionar contigo.

Quiero pedirte que me ayudes a intimar contigo y que ocupes el primer lugar en mi vida. Quiero pedirte que mi rumbo sea tu Rumbo y que Tú seas el Patrón de mi humilde barca. Quiero pedirte perdón, como lo hizo ayer aquel publicano arrepentido y humillado. 

Y quiero pedirte y suplicarte que tomes mi vida y me arranques mi corazón podrido, endurecido y calloso de los apegos y apetencias de este mundo y pongas en su lugar un corazón tierno, suave, renovado, de niño dócil a tu Palabra y dispuesto a tenerte como el mejor amigo y lo primero de mi vida. Amén.

domingo, 23 de octubre de 2016

DAME UN CORAZÓN SINCERO Y HUMILDE

Sin darnos cuenta, corriendo deprisa y sin saber exactamente el recorrido de nuestra vida, pensamos en esconder todas nuestras faltas, y disimular nuestros pecados. Nos importa quedar bien para conseguir lo que nos hemos propuesto. Ni siquiera descubrimos que los afanes por conseguir cosas no tienen mucho sentido, porque las cosas desaparecen, son caducas.

Hoy, si nos paramos y pensamos, recordamos todas las cosas que hemos tenidos, ¿y de qué nos han servido? Sí, posiblemente nos han sido útiles, pero, ¿tanto afán era necesario? ¿Tanto valor significaban esas cosas que me enfrentó con mi familia? Y podemos, reflexionando, tirar de nuestra propia manta.

Todo saldrá a la luz y toda se conocerá. Eso tiene sentido y es lógico. La mentira tiene sus días contados, y con ella el engaño. La verdad descubrirá todo lo que se esconda en la mentira. Por lo tanto, las apariencias sirven de poco y el no reconocernos como somos servirá aun menos. Vivir en la altivez y la suficiencia, creyéndote mejor que otros es vivir auto engañado. 

Todos tenemos defectos, cometemos errores y pecamos. Somos esclavos del egoísmo y del error, pero también del orgullo y la soberbia. Y nos cuesta abajarnos con humildad. La parábola del fariseo y publicano es una muestra y retrato de como somos realmente. Nuestro Señor Jesús, el Hermano Mayor, nos conoce y nos retrata. Y nos aconseja que, sólo con humildad, seremos capaces de alcanzar la Misericordia del Padre.

Pidamos, pues, ser humildes y capaces por tanto de postrarnos, como aquel publicano, ante el Señor, y pedirle, con todo nuestro corazón y avergonzados de nuestras miserias, su perdón. Pedirle su compasión porque nos reconocemos pecadores. Amén.

sábado, 22 de octubre de 2016

FORTALECIDOS Y ESPERANZADOS EN TU PACIENCIA Y MISERICORDIA

Gracias, Señor, por tu Paciencia y tu Misericordia. ¿Qué sería de mí sin ellas? Mi vida, mi pobre vida no merece tanta paciencia y, menos, misericordia. Mis pecados me impiden dar frutos. Soy víctima de mis pasiones, de mis apetencias y esclavitudes; de mis egoísmos. 

Soy higuera estéril que no da frutos e indigna de merecer perdón y misericordia. ¿Qué más puedo decir? Sin embargo, por la Misericordia de Dios, me siento reconfortado y esperanzado. Tus Palabras de hoy, Señor, no sólo accedes a darme más tiempo, sostienes mi vida, sino a darme la Vida de la Gracia contenida en y por tus sacramentos.

Así, alimentado con tu Cuerpo y Sangre, bajo las especies del pan y vino, puedo fertilizar y alimentar mis raíces y dar esos frutos que Tú esperas recoger de mí. Gracias, Señor, porque tu Misericordia me sostiene y me fortalece. Gracias, Señor, porque tu Infinita Paciencia me da la oportunidad de recuperarme, de levantarme y de reiniciar el camino que tu Infinita Misericordia me regala.

Gracias, Señor porque eres el agua viva que riegas mi vida y que la fertilizas con los frutos que nacen de tu Amor. Amén.