DIOS MIO ILUMINAME SIEMPRE MUESTRAME EL CAMINO! |
La pregunta está siempre el el alero, ¿por qué yo no logro llamar la atención del SEÑOR, como aquellas personas que le presentan a un ciego? ¿Por qué yo no logro que el SEÑOR JESÚS oiga mis súplicas y me responda afirmativamente?
¿Acaso no le hablo yo como aquellos hombres? ¿O no tengo la fe de ellos? Son interrogantes que siempre estarán con nosotros, y que siempre tratará de aprovechar el Maligno de forma que nos distraiga y miremos a otro lugar.
Seguramente mi fe, nuestra fe no es lo suficiente firme e inocente para mover la Misericordia del SEÑOR. Reconocerlo es el primer paso para presentarnos ante JESÚS. El ESPÍRITU que está en nosotros sabe cuando nuestro corazón es puro, inocente y habla con toda firmeza y sinceridad. Nunca podremos engañarle, aun no siendo conscientes ni querer hacerlo.
El SEÑOR nos ha marcado un camino donde referenciarnos y vernos reflejados, los niños. Pues, bien, un niño se fía de todo lo que le diga su padre. Confía en su padre ciegamente, y nunca duda de sus palabras, aunque no las entienda. Para él todo lo que su padre diga tiene que ser verdad, porque experimenta que todo lo que le da su padre es bueno para él.
El niño se siente seguro, nada le falta. Tiene sus necesidades básicas satisfechas. Sus padres le procuran todo lo que necesita. Cree en ello ciegamente, ese es el sentido de creer de forma ciega. No sería igual frente a otros que no fueran sus padres. Ahora, ¿Tengo, o tenemos nosotros esa actitud? ¿Confíamos que todo lo que el SEÑOR quiere y nos da es para nuestro bien?
Nuestra razón nos siembra la duda. Nuestra machacona manía de pasar todo por el filtro de la razón nos juega una mala pasada y nos pone en actitud de no ver o no creer aquello que nos parece dudoso de realizar. Y, sabemos, que ella, la razón, crece con nuestra estatura y sabiduría, y dejamos de ser niño para pensar como hombres.
Qué razón tiene JESÚS cuando nos dice: "Si quieres entrar en el Reino de los Cielos tienes que hacerte como niño". Ahora, al menos yo, lo comprendo muy bien. Tengo que dejar en muchos momentos, sobre todo cuando hablo contigo, SEÑOR, mi razón guardada, no porque ello me haga obedecerte ciegamente, sino porque si la dejo salir no podré entenderte.
Y yo, SEÑOR, como cuando niño creía todo lo que mi padre y madre me decían sobre los reyes Magos...etc., quiero creerte a TI todo lo que TÚ me digas. Por eso, SEÑOR, te pido desde mi dureza de corazón, que me lo ablandes, que me lo conviertas en ese corazón de niño que te escucha embobado y se dejar llevar por tus Palabras.
Una cosa te prometo, SEÑOR, que la poquita voluntad que tengo la pongo en tus Manos para que hagas en mi ese milagro de convertirme. Ángel de mi guarda, dulce compañía, intercede para que el SEÑOR convierta mi corazón viejo en un corazón limpio, confiado e ingenuo como el de un niño.