"Despojado de toda distracción y riqueza. Sólo desde la humildad de nuestro corazón, junto a María, llegará nuestra oración al PADRE".
La fe alimenta nuestra esperanza de victoria. Saldremos victoriosos de esa lucha de cada día contra el mal - la cizaña - porque, sin darnos cuenta crece junto a nosotros y nos amenaza con ahogarnos en los momentos que detecta nuestras debilidades y flaquezas, impidiéndonos que crezcamos, que demos buenos frutos y que salvemos nuestra buena cosecha.
Por eso, conviene permanecer unidos al Señor y en permanente súplica, pidiéndole fortaleza para resistir y no dejarnos engullir por sus tentaciones y seducciones. No dejemos nunca de pedir la Gracia del Espíritu Santo para, fortalecidos en Él, soportar, resistir y superar todos esos contratiempos, dificultades y tentaciones que buscan seducirnos y ahogarnos para impedir nuestra cosecha de buenos frutos.
Tratan de apartarnos del Señor. Pidamos, pues, con insistencia y perseverancia sostenernos firmes junto a Él hasta la hora de la ciega para que, por la Gracia del Señor, seamos preservado de ser arrojados por la cizaña. Amén.
HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.
Tomar conciencia de que todo al final de mi vida, que será y es lo verdaderamente importante, dependerá de la bondad de mis frutos, es algo muy serio y, quizás, lo más valioso de nuestra vida. Porque, al final no tendrá valor tus éxitos ni tus logros, sino tus frutos. Frutos que hayan sido realizados por y con verdadero amor y en aras de ir a servir y beneficiar a los más necesitados.
Desde esta perspectiva, amar será lo más importante, hasta el punto de que mis frutos para ser valiosos necesitan ser regados, cultivados y abonados con amor. Y, sabemos que la referencia de ese amor está en fijarnos e imitar a nuestro Señor Jesús. Él es Amor con Mayúscula y necesitamos estar injertados en Él para que nuestros frutos estén llenos de ese Amor que de Él sale.
Pidamos, pues, la Gracia de que nuestro corazón esté conectado y regado por esa Savia del Corazón de Cristo Jesús para que nuestros frutos de cada día sean frutos de amor. Amén.
¿Hay algo que dé más esperanza que la Resurrección de Jesús? Porque, si Él ha Resucitado, se supone, y es muy gratificante pensar, que también nosotros resucitaremos. Como se suele decir ¿hay quien dé más? Luego, ¿por qué nos cuesta tanto creer? No hay mejor oferta en este mundo y, sin embargo, cuesta mucho tomarla y aceptarla.
La resurrección es un hecho, pero, otra cosa es donde estaremos una vez resucitados. Esa es la cuestión. Porque, quieras o no creértelo, tú, yo y todos resucitaremos, pero, otra cosa es estar a la derecha o izquierda - Mt 25, 34-46 - del Señor. Y no hay más pruebas. Todo está dicho y el signo de la Cruz - Muerte y Resurrección del Señor - es el fundamento de nuestra fe. De modo que, cada cual que elija su camino. Llegará el día que todos los ojos se abrirán y verán la Verdad.
Es indudable que el camino que conduce a esa derecha a la que antes nos referíamos no es nada fácil. La puerta que lo señala y abre es angosta, estrecha y difícil de encontrar. Porque, está escondida dentro de ti y necesitarás vaciarte de ti mismo, para, vacío, poder encontrar y hacerle hueco al Señor. Es entonces cuando se abrirá esa puerta estrecha y el camino se verá más claro.
Esa es nuestra esperanza y nuestra alegría. Pidamos al Señor con perseverancia, con entusiasmo, con insistencia, un día tras otro, la Gracia de buscarle, de persistir y de perseverar en el camino que nos lleva a Él, porque, no está en el sepulcro, ha Resucitado. Y como María Magdalena, corramos a anunciarlo, Jesús está Vivo y anda entre nosotros para llevarnos también con Él. Amén.
Creados en el Amor y por Amor, nuestra vida está llamada y destinada a amar. Y el amor se manifiesta en dar frutos - obras . que beneficien y ayuden a quienes carecen de lo más elemental. Frutos que se manifiestan en el amor a los demás. Y, amor, que se concreta en servir en verdad y justicia a los más necesitados y pobres.
Reconociendo nuestras debilidades, nuestros errores, egoísmos y pecados, te pedimos, Señor, que darremos sobre nosotros tu Gracia en nuestros corazones y, con el auxilio y acompañamiento de tu Madre, ahora también nuestra Madre, asistenos para que nuestras obras sean de tu agrado y, como ella, se hagan según tu Palabra y Voluntad. Gracias, Señor
Todos venimos del amor. Creados por amor caminamos hacia el Amor. Ese será irremediablemente nuestro destino. De modo que, si no amamos diíicilmente seremos reconocidos. Porque, al no amar dejamos de ser amor, y si no somos amor perdemos nuestra identidad y no seremos conocidos. Por tanto, todo queda muy claro. El amor es nuestro vínculo más fuerte y, estando él en medio será imposible separarnos.
Pero, amar al estilo que Jesús nos propone de parte de su Padre Dios no es cosa fácil. Es posible, no siempre ni en todos los casos, que nos cueste menos cuando hay por medio vínculos de sangre. Pero, amar solo por amor, tal y como Dios nos ama, se hace imposible según nuestra naturaleza humana. Porque, Dios nos ama gratuitamente e incondicionalmente sin ningún merecimiento por nuestra parte. Y así, esa es la medida, tendremos que también amar nosotros.
Por tanto, reconociendo esas dificultades insalvables para nosotros, te rogamos, Señor, que nos des la Gracia de poder transformar nuestro endurecido, soberbio, vanidoso y egoísta corazón en un corazón tierno, manso y humilde como el Tuyo. Un corazón capaz de amar como Tú nos amas a todos sin distinción de raza, color, condición o pensamiento. Incluso, un corazón de amar hasta al enemigo. Amén.
En nuestro bautismo hemos recibido al Espíritu Santo, y en El y por su Gracia, podemos proclamar la Divinidad de nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios Verdadero. Y lo podemos decir, a pesar de nuestras dudas, de nuestra naturaleza frágil y pecadora, por la Gracia del Espíritu Santo. Creemos en Ti, Señor, y reconocemos nuestros miedos, nuestras debilidades y nuestros pecados. Pero, a pesar de todo, nuestra esperanza está puesta en tu Palabra y en tu promesa de salvación.
Es verdad que nuestros corazones están llenos de dudas y nuestra fe se tambalea débilmente seducida por las tentaciones de este mundo. Es verdad que nuestra naturaleza busca y le apetece el poder, las riquezas, los placeres y, acomodados placenteramente, nos sentimos inclinados a discutir tu Palabra e incluso ponerla en duda. Por eso, muertos de miedo de tener que renunciar a nuestras apetencias, te exigimos pruebas que nos aseguren una vida mejor. ¡Falta de fe, Señor, en tu Palabra!
¿Qué podemos pedirte, Señor? Aumenta nuestra fe, Señor, y danos un corazón dócil y confiado en tu Palabra. Disipa nuestras dudas y, a pesar de que nos acompañaran toda nuestra vida, danos esa fortaleza, sabiduría y voluntad para poder siempre soportarlas y superarlas. Nosotros, por nuestra parte, prometemos permanecer a tu lado y alimentarnos de tu Palabra, tu Cuerpo y tu Sangre en la Eucaristía. Gracias, Señor. Amén.