H I M N O
"Despojado de toda distracción y riqueza. Sólo desde la humildad de nuestro corazón, junto a María, llegará nuestra oración al PADRE".
H I M N O

No hay seguimiento si no hay renuncias, porque, para seguir a Jesús es imprescindible la renuncia. Renuncia de uno mismo a sus propios egoísmos y proyectos, porque, en el seguimiento a Jesús prevalece el Proyecto de Jesús que es el que nos salva y nos da Vida Eterna. Por tanto, dejar todo aquello que te apetece y seduce humanamente se hace necesario para que dentro de tu corazón, el centro, sea Jesús.
La vida está llena de tentaciones que te impiden amar. Amar hasta el extremo de vaciarte de ti para darte al otro. Porque, precisamente, el amor verdadero consiste en eso, en amar como Jesús nos ama. Nos lo ha demostrado, entregando su propia Vida en la Cruz. No hay otra forma de Amar, porque, amar de otra forma será sucedáneo del amor, pero nunca amor verdadero como el que nos ha mostrado Jesús. Todo se reduce a simples apariencias.
Si no estás dispuesto y disponible a entregar tu vida, que, no tiene que ser impíicitamente la muerte física, sino que también puede significar una muerte de ti mismo al renunciar a tus propios egoísmos e ideales mundanos. Seguir a Jesús comporta asumir y aceptar ese compromiso de amor, que no es nada fácil. Y que para poder llevarlo a cabo necesita ir de la Mano Misericordiosa del Espíritu Santo e, injertado en Él, para poder superar y vencer todas las tentaciones que te invitan y seducen a seguirte a ti mismo.
Sabemos que no podemos seguir a dos señores. Por tanto, pidamos con insistencia y perseverancia esa Gracia, y tengamos confianza en que, yendo de la mano de nuestro Señor, encontraremos la fortaleza y la voluntad de resistirnos al pecado sosteniéndonos firmes en el seguimiento al Señor. Amén.
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| Ignacio Iglesias, SJ |
Tu, que eres la fuente del deseo
y el agua que lo sacia;
el fuego que lo enciende
y la llama que no quema mi zarza; (Ex 3,2-3)
la brasa de mis huesos,
que no calla (Jer 2O,9)
-Dame de tu valor para embridar los míos,
los que nacen y mueren en mi casa;
como fugaz visita,
que deja más dolor cuando se marcha.
Invádeme, Señor.
Me rindo a tus deseos.
Ya son míos. Soy otro. El mismo; no un extraño;
pero ardiente y feliz,
Divinizado.

Después, cuando menos lo esperas
aparece más fresca la vida.
Y cuanto más alto miras,
cuanto más te sorprendes
más pequeño, más de rodillas
eres ante Dios.
Después, cuando menos lo esperas
el tiempo ha marcado su ritmo,
y un sendero por dentro
ha tejido otra entraña más viva.
Entonces apareces más hermano,
más hijo, más... de rodillas.
Es casi sin querer, al compás del deseo,
de la ilusión, como el hombre
va haciéndose criatura,
más a la imagen
del corazón del amor.
Y después, cuando menos lo esperas
no puedes menos que querer de rodillas.
Isidro Cuervo, sj

HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.
Soy un pobre hombre cuando experimento las dificultades con las que me encuentro para actuar libremente. El mundo, el demonio y la carne - peligros del alma - me someten y experimento una y otra vez que, sin tu ayuda y cercanía estoy a merced de ellos. Por eso, como ese leproso de hoy, yo necesito alzar mi voz y llamarte insistentemente para que me liberes de esas mis lepras y me limpies de todos mis pecados.
Pero, debo saber, Señor, que, a pesar de mis debilidades y pecados, y de que me cuesta poner mi libertad - regalo de tu Amor Infinito - en tus Manos, debo, como ese leproso insistir e insistir y no desfallecer. Y, sobre todo, confiar en que si Tú, mi Señor, quieres, quedaré limpio.
Por eso, Señor, aprovecho este humilde espacio para insistir, llamar, tocar y pedir sin desfallecer que, si Tú quieres, mi corazón, contaminado por las impurezas del pecado, puede quedar limpio con solo una Palabra tuya. El camino se hace largo, duro y penoso, y la lucha es constante y diaria. No permitas, Señor, que caiga en la red del pecado que me acecha, me tienta y trata de seducirme.
Como ese leproso del Evangelio de hoy, yo me acerco a Ti y, lleno de esperanza y confianza, te pido: «Señor, si quieres puedes limpiarme».

Desde la hora de tu bautismo, el Espíritu Santo ha descendido sobre ti para que, asistido y auxiliado por Él, te constituyas en signo, palabra, vida y anuncio de la Gloria de Dios y del anuncio de su venida a este mundo para, con su Pasión y muerte en la Cruz, dando la vida por todos nosotros, rescatarnos de la esclavitud del pecado y ganar - gratuitamente - para nosotros la Vida Eterna.
No hay mayor gloria, aunque, su recorrido y vivencia cuesta dolor y sangre, pero - y lo sabemos - el resultado final es la Resurrección y gloria en gozo y plenitud eterno. Realmente, cuesta dolor y sangre, pero vale la pena, porque es lo que todos buscamos desesperadamente. Y ese recorrido se convierte en nuestro anhelado desierto. Para Juan fue uno especial de acuerdo con su tiempo y su momento. Para nosotros, será donde Dios nos haya colocado, llámese parroquia, familia, trabajo, ambiente social, misiones, pueblo rural, ciudad urbana, o cualquier otro sitio que haga presente la cruz de tu vida.
Posiblemente haya muchas clases de desiertos y, la pregunta será descubrir cuál es el tuyo propio. Corresponderá a cada uno descubrirlo. Cada cual es precursor de su tiempo y de su situación. Lo verdaderamente importante es ser precursor del anuncio de la venida de Jesús, el Hijo de Dios. Y es que el mundo urbano, donde posiblemente tu vida tenga su camino y desarrollo, también necesita de precursores que anuncien que Jesús, el Hijo de Dios, ha venido a este mundo a anunciarnos y descubrirnos el Amor de su Padre y la salvación Eterna.
Pidamos con verdaderos deseos anunciar y preparar el camino a muchas personas desorientadas que no conocen a Jesús y que, incluso bautizadas, no dejan que el Espíritu Santo les dirija y asista en el conocimiento del Señor. Amén.

Soy mal agricultor y por mis debilidades, descuidos y errores que se esconden en mis pecados, mis frutos son siempre de mala calidad. No llegan a alcanzar el suficiente sabor y la aroma que desprende la humildad, la sencillez, la bondad, la misericordia y, sobre todo, la caridad.
Necesito tu Mano generosa para que la tierra de mi corazón se fertilice con tu Gracia. Así, de esta manera, mis frutos serán hermosos y llevaran esas vitaminas que da tu Gracia.
No quiero engañarte, Señor. Quiero dar buenos frutos, como pienso que les sucede a todos los hombres y mujeres de este mundo, pero que, seducidos por el mundo, demonio y carne, los grandes peligros del alma, abandonan sus tierras para que sean sembradas por el maligno.
Por eso, Señor, acudo a Ti y, en nombre propio y en el de todos los que como yo buscan responderte con buenos frutos, te pido que fertilices nuestras pobres cosecha con tu Gracia para que se conviertan en buenos frutos.
Danos, Señor, la paciencia y la sabiduría de saber distinguir al buen labrador del mal labrador, para salvar nuestra tierra de las malas hierbas que puedan contaminar nuestros corazones y estropear nuestros frutos. Danos la fortaleza de sostenernos firmes como buen árbol que, injertado en Ti, produzca buenos frutos. Amén.