Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

viernes, 30 de septiembre de 2016

SEÑOR, CONVIERTE MI CORAZÓN

HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS




A veces no se trata solamente de oír, sino de tener la sensibilidad de darnos cuenta de nuestra propia realidad. Todo no consiste en entender, sino de convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne inocente, pobre, pequeño y humilde. Un corazón de niño. Ya en una ocasíón lo dijo Jesús, Mt 18, 3.

Posiblemente no entendamos lo que es orar, porque, quizás, sin darnos cuenta, entendemos que es estar, concentrado, en actitud de recogimiento y atención y hasta sientiendo gozo. No decimos que eso no sea, pero si decimos que somos muy proclives a distraernos, a perder la concentración y hasta no apetecernos orar. Y nos cuesta mucho pasar un rato con el Señor. Y hasta, me atrevo a decir, que el Señor lo sabe.

En cierta ocasión le pregunté a un padre prior de los Benedictinos que en la oración tendríamos que sentir gozo, y que si no era así algo sucedía. Y creo recordar que él asintió, aunque no lo que me dijo. Y supongo que todo eso es cierto y verdad. Pero lo importante en la oración es nuestra voluntad decidida a orar, a estar con Dios. 

Es el tomar conciencia y darnos cuenta que Dios es lo primero en nuestra vida y al que dedicamos nuestro tiempo. Un tiempo importante de cada día. Ponernos a orar, es decir, a hablar con Dios, es ya oración. Obligarnos a estar un rato con el Señor, a pesar de que se nos vaya el santo al cielo y nos distraígamos, es oración. Orar es la decidida voluntad de querer hablar y escuchar. Sobre todo escuchar lo que Dios quiere de mí. A pesar de todos mis defectos y distracciones.

Posiblemente, eso les faltó a esas ciudades de Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm. Su gente no supo o no quiso o no tuvieron voluntad de escuchar a Jesús. ¿Nos ocurre a nosotros lo mismo? Tratemos de hacer silencio en nuestro interior y voluntariamente, porque queremos, a pesar de nuestros despiste, permanezcamos en silencio a la escucha de lo que Dios nos quiere decir. Seguro que empezaremos a entenderle y conocerle, y también a obedecerle. Tengamos confianza en el Espíritu de Dios. Amén.

jueves, 29 de septiembre de 2016

LIMPIA MI CORAZÓN, SEÑOR DE TODA DOBLEZ



Limpia, Señor, mi alma de toda doblez, de toda mentira y de vivir con y en apariencias según cada una de las circunstancias de mi vida. Que sea siempre el mismo y que mi vida sea transparente, limpia y humilde. Porque de esa manera te encontraré, Señor, como ocurrió con Natanael.

Porque, Tú, Señor, sólo puedes estar en la verdad y la justicia y, sobre todo, en la Misericordia. Quieres misericordia porque Tú eres misericordioso. Por eso no hay que mentir sino mostrarse tal y cual se es, porque Tú sabes como son cada una de tus criaturas. 

Mostrándonos como somos, sin dobleces, estamos reflejando como Dios nos ha hecho. Y Dios no hace nada malo. Somos, eso sí, pecadores por nuestra naturaleza caída por el pecado, pero arrepentidos y humildes, postrados ante el Señor, suplicamos alcanzar su perdón y misericordia.

Así, unidos a Natanael proclamamos que Tú, Señor, eres el Rey de Israel, y te suplicamos que nos limpies de toda inmundicia y de todo pecado. Danos, Señor, tu salvación y la gloria de ver los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.  Amén.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

¡SEÑOR, TÚ MI PRIMERA OPCIÓN!



Sé, Señor, que mis fuerzas me fallan, y mi condición humana me traiciona a cada momento. El camino, la subida se hace cuesta arriba y penosa. Me quedo a mitad del camino y me asaltan muchas tentaciones que me invitan a abandonar, a instalarme en la comodidad y placeres. Saber que Tú me invitas a seguirte y a subir contigo a Jerusalén no me seduce, porque me da pereza y, según me dices, no tienes donde reclinar tu cabeza. 

Siempre estás en camino. ¿Es esa tu invitación, Señor? No tengo fuerzas ni tampoco ganas, pero mi corazón, Señor, si siente deseos de seguirte. Pero, ¿cómo, Señor? Por eso empezaba mi humilde reflexión - oración desnudándome ante Ti. Porque soy débil y frágil. Mi esperanza es saber que Tú me conoces y, conociéndome a fondo, ¿me invitas?

Eso transforma mi corazón y lo llena de esperanza, porque Tú, Señor, no puedes mandarme nada que yo, contando con Tu Gracia, no pueda hacer. Gracias, Señor, por tu Amor y Misericordia, y porque, no sólo me invitas, sino que me acompañas. Así, con tu ayuda y tu presencia eterna, puedo caminar tranquilo y esperanzado porque sé que puedo superar todas las pruebas que se me presentan en el camino. Porque, contigo Señor, soy mayoría aplastante. Amén.

martes, 27 de septiembre de 2016

SEÑOR, LO QUE TÚ DIGAS



Lo inmediato es protestar, o buscar defectos y fallos. Lo inmediato es rebelarnos y contradecir tus planes, Señor. Sobre todo si no son de nuestros gustos y nos incomodan. Aquellos samaritanos no te acogieron porque ibas camino de Jerusalén, y, quizás, nosotros dejamos también de acogerte porque nos resulta difícil seguirte y aceptar a los que caminan juntos a mí.

Danos, Señor, la docilidad de obedecerte y de confiar en lo que Tú digas. Dame, Señor, la humildad, como tu Madre María, para guardar las cosas que no entiendo y esperar con paciencia a que Tú las alumbre con tu Espíritu. Danos, Señor, la paciencia de saber esperar y aguardar a que llegue nuestra hora sin dejar de estar ni un momento en tu presencia.

Danos, Señor, la sabiduría de abrir las puertas de nuestros corazones y dejar que Tú entres en ellos y los transformes en corazones de carne, suaves y tierno a la misericordia y al perdón. Límpianos, Señor, de toda venganza y deseos de imponer nuestras voluntades por la fuerza. Y, enséñanos a comprender, perdonar y a amar con misericordia.

Danos las fuerzas de subir contigo a Jerusalén, a esa Jerusalén que es nuestra propia vida y compartirla contigo, ofreciéndotela y poniéndola en tus Manos para que Tú la fortalezca y la impulses a morir por amor y servicio a los demás. Danos, Señor, la luz y la voluntad que necesitamos para cumplir y vivir en tus mandatos sin desesperar ni apurarnos por nuestros fracasos y limitaciones. Que siempre los veamos como ocasiones y oportunidades que nos sirvan para crecer y preparar el momento de nuestra hora.

Te pedimos, Señor, que nos alumbre en los momentos difíciles y oscuros de nuestra propia subida, para que sepamos, como Tú, continuar la marcha sin titubeos y con firmeza, a pesar de que no encontremos la acogida que necesitamos y esperamos. Amén.

lunes, 26 de septiembre de 2016

SER ÚLTIMO PARA SER PRIMERO



Todos los hombres buscan los primeros puestos. Todos queremos ganar. Nadie juega con la intención de perder. Y eso ocurrió hace aproximadamente dos mil años. Los apóstoles se disputaban los primeros puestos y discutían sobre quien de ellos sería el mayor. No parece que los tiempos hayan cambiado mucho.

Jesús que advierte esas disputas y sabe lo que anhelan sus corazones, les dice: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». No se trata de mandar, sino de servir. Y se ocupa un puesto primero para servir, pues eso nos lo transmitió Jesús aquella noche en la que obligó a sus apóstoles a dejarse lavar los pies por Él.

Si Él, el Maestro, hace eso, ¿qué debemos hacer nosotros? Pues exactamente lo mismo, servir y servir. O lo que es lo mismo, amar y amar. Porque servir es amar. O dicho de otra forma, se sirve porque se ama. Y porque se ama, se sirve. Es lo que hace Jesús con todos nosotros, los pecadores. A pesar de nuestros pecados y rechazos, Jesús continúa ahí esperando nuestro regreso para llevarnos a la Casa del Padre.

Y en eso vale todo lo que nos ayude a regresar, porque de lo que se trata es de encontrar el camino de regreso. No todos, quizás, venga del mismo lugar o estén en el grupo, pero si todos aquellos que se esfuerzan en amar encontrarán el camino. 

Y eso es lo que pedimos en este momento de oración. Danos, Señor, la sabiduría de no poner obstáculos e impedimentos a aquellos que, de alguna manera, ayudan a encontrar el verdadero camino hacia Ti. Quizás no sea desde dentro o en la Iglesia, pero lo que verdaderamente importa es lo que nos dice Jesús: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros». Amén.

domingo, 25 de septiembre de 2016

AYÚDAME, SEÑOR, A DESCUBRIR MIS RIQUEZAS



Igual, al hablar de riquezas, todo se centra en el dinero. Ser rico es tener mucho dinero. Y aunque eso signifique que se es rico, no es la mejor de las riquezas. Al menos la única, porque hay muchas más riquezas, y más peligrosas que el dinero. 

Hay mucha gente que dispone de tiempo, pero lo emplea para el disfrute personal y pasarlo bien. ¿No es eso lo que hacía el rico epulón? Aunque él lo empleaba para banquetearse, otros lo emplean para jugar, pasear, leer o ver películas. Sólo piensa en darse buena vida sin importarle que ocurre a su derredor. Ese fue el pecado del rico epulón.

El próximo miércoles hay programada una reunión en mi parroquia para todos aquellos que den catequesis. Pues, ojala me equivoque, irán los mismos de siempre. ¿Dónde están los que siguen a Jesús y disponen de tiempo para colaborar con la catequesis? Hacen falta obreros. Y igual que la catequesis, es sólo un ejemplo, digo de otros ministerios o pastorales. Hace falta gente, y gente comprometida y enamorada del Señor y de su Mensaje. 

Porque, tampoco todo consiste en dar, sino la forma en que se da. Con entusiasmo, con testimonio y viviéndolo y con amor. Es este un buen momento para pedírselo al Señor y dar un paso al frente y abrir nuestro corazón. Ponerlo a sus pies para que disponga de él y lo convierta en un corazón disponible, solidario, generoso y amoroso.

Danos, Señor, el don de dar todo lo que hemos recibido de tu Mano generosa. Darlo y compartirlo con aquellos que no tienen y lo necesitan. Pero, también, Señor, enséñanos a compartir, a dar todo lo que podemos y debemos dar, porque en eso consiste el amor y por él estamos salvados, pues Tú, Señor, nos ama incondicionalmente sin merecerlo. Amén.

sábado, 24 de septiembre de 2016

DAME FORTALEZA, SEÑOR, PARA ACEPTAR MI CRUZ



Todos tenemos una cruz. Una cruz que se compone de pequeñas cruces, pero al final, una cruz. La cruz de nuestra vida. Y pasa por delante de nosotros a cada instante. Unas veces puede ser el esfuerzo de una sonrisa; otras veces puede ser la escucha atenta; en algún momento consistirá en compartir la alegría, y en otros, llorar, acompañar, sufrir y aceptar nuestros errores y fracasos. Fracasos de mi vida y de los que caminan a mi lado.

La cruz, nuestra cruz, va con nosotros a todas partes. Muchas veces es ligera y suave, pero otras se hace yerta, dura y pesada. Pero todas valen su peso en ora, porque en todas te estás dando, ofreciendo y compartiendo. Partiéndote en pedazos de pan para alimentar a otros.

Pidamos al Señor que seamos capaces, injertados en el Espíritu Santo, de ser pan partido, pan humilde y pequeño, sencillo y pobre, que, amasado e injertado en la masa, pueda alimentar y alumbrar el Alimento recibido del Señor. Porque esa es nuestra misión, comer el Pan para convertirnos en pan.

Recibir el Pan, partido para nosotros, para también nosotros compartirlo con los demás. Esa es la misión y también, al mismo tiempo, la cruz. La cruz de no ser entendido, correspondido, escuchado y agradecido. La cruz de los que devuelven mal por bien. La cruz de cargar la pesada carga de las incomprensiones y el desprecio hasta llegar a nuestro particular Golgota. 

Danos, Señor, esa sabiduría de mantenernos paciente, esperanzados y misericordiosos a pesar de no entender nada y de experimentarnos cansados, desorientados y hasta perdidos. Danos el don de la fidelidad y de sostenernos firmen en la fe y en la confianza. Amén.