Compartir se hace difícil, y tan difícil que, de forma inconsciente todos huimos del compartir. Y, ya no digamos, de hacerlo con extraños o con personas que no tenemos confianza. Desde el pecado original hemos quedados tocado por el pudor y la vergüenza y, nuestra intimidad, se nos hace muy difícil de darla y compartirla, pues nos sentimos desnudos ante los demás.
Creo que, eso es lo que, por el momento experimento, hablar con Alguien que no veo y que, si no me esfuerzo, lo convierto en un monólogo de preguntas y respuestas hechas a mi medidas que no tocan muy de lleno mi vida, y que no me comprometen ante nadie aunque mi fe me diga que estoy delante de DIOS, no es tan difícil de hacer. Por eso, rezar nos es muy costoso y, a pesar de necesitar una dosis de voluntad y esfuerzo, no supone muchos cambios y compromisos a tomar, pues la Eucaristía es un compromiso martirial, y sin ese compromiso todo queda en un vacío sin sentido y apariencias, que huelen más a fariseismo que a creyente comprometido con su compromiso de Bautismo. .
Sin embargo, el compartir con otras personas, ya sea en la comunidad, en tus grupos o cualquier otra modalidad, como es la Ultreya o Reunión de Grupo que propone Cursillos de Cristiandad, la cual yo conozco, presentan más dificultades, porque ahí si tienes a algunos delante y no podrás evitar oírlos, escucharlos (que cuesta mucho) y responderles. Y no va a ser lo que tú quieras sino lo que el ESPÍRITU, reunido entre ellos, te pueda suscitar o presentar para que tú te purifiques y te entregues. Es entonces cuando estás empezando a amar, no a amarte...
La oración se convierte en oración verdadera cuando interpela y empieza a cambiar tu vida. Porque tenemos mucho que cambiar, y para cambiar hay que saber escuchar, porque no es lo mismo oír que escuchar. Cuando se escucha se pasa por la conciencia lo que se ha oído y se conecta la mente y el corazón con los sentidos. sin embargo, oírlo no supone sino oírlo pero ahí queda, no entra en mi interior y no produce ningún efecto.
Hay que discernir entre decir y transmitir, y, al parecer, nuestro querido Papa transmite mucho sobre lo que dice. No son palabras dichas al vuelo ni lanzadas al aire, sino palabras llenas de sentido, de serena reflexión que transmiten vida y actitudes. Y que se reciben, porque tampoco es lo mismo entender que recibir. Pues lo entendido cobra sentido cuando se vive, no cuando se ha recibido, pues de guardarlo no vale para nada.
Uno puede entender todo lo dicho, pero no estar dispuesto a recibir. Eso explica que todo lo que dice nuestro querido Papa ha sido entendido, pues la Verdad no se puede negar ni refutar, pero sin embargo, no todo se está dispuesto a recibir, y, esa es la consecuencia, por lo que está el mundo mal.
El ejemplo que nos puede servir para vernos y reflexionar, que es orar, es el del joven rico. Claro que entendió muy claramente lo que JESÚS le dijo, pero, bajando la cabeza, manifestó que no estaba, al menos por el momento, dispuesto a recibirlo. Porque no es lo mismo, tampoco, creer que amar. Podemos tener fe, pero nunca llegamoslo a creérnoslo del todo, y no damos el paso de tomar conciencia qué ÉL está entre nosotros.
¿Es qué no dijo, ÉL mismo, que dónde dos o más estén reunidos en mi Nombre, allí estaré YO en medio de ellos? ¿Y eso me lo creo? ¿Cómo voy pues, entonces, a amar si no estoy seguro de Aquel que me ama hasta el extremo de morir por mí? Si creo debo amar y si no amo al estilo de JESÚS mi fe no está, todavía, madura ni responde a mi creencia. Por eso digo que creo, pero mis obras dicen que no amo. Hay algo que no está ajustado a la realidad. Una cosa no supone la otra, ambas forman la totalidad del creyente. La uno demanda a la otra, y si no cohabitan juntas, una miente a la otra y hace imposible la convivencia.
Por eso, rehuir el compartir, el sacar fuera de mí mismo mis inquietudes y vivencias son las respuestas a mi deseo de amar y de entregarme en oración encarnada en la vida. Porque si no se vive, ¿cómo y qué se va a rezar? Es entonces cuando en la verdadera oración se produce un diálogo de ida y vuelta, y donde se escucha y se está dispuesto a recibir las señales, aunque duelan, como dice Madre Teresa de Calcuta, del camino nuevo a emprender y recorrer. Hay entonces mucho que comunicar y presentar en la oración de cada día. Es entonces cuando la vida se llena de gozo pleno y se siente la Gracia que nos inunda de paz. .
Orar no es fácil, e implica un camino difícil de conversión, por eso, decíamos que es un combate, pero que no hacemos solos sino en y con el ESPÍRITU que nos va a acompañar, asistir y a completar todo lo que nos falta para poder llegar a la verdadera comunicación con el PADRE. Sólo tenemos que empezar y confiar. Y dejarnos conducir, eso implica humildad y obediencia. Dos virtudes que se hacen necesarias.
Esta reflexión sobre la amistad, que debemos brindar y desear a nuestro querido Papa a su venida a nuestro país, nos puede servir para entrar en una dinámica de entregarnos, en el ESPÍRITU, a prepararnos para su venida y la de todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad.
Estos hermosos pensamientos y deseo de felicidad para todos aquellos que se aventuran en hacer de su vida la vivencia de esta utopía humana, pero no sobrenatural, que injertados en ESPÍRITU SANTO podemos alcanzar, sean la esperanza del camino que alumbre toda nuestra vida.
Dichosos los que nos sois violentos
porque habéis renunciado a la agresividad,
porque no deseáis ni hacéis mal a nadie.
Feliz el que no responde a la ofensa
con otra ofensa,
a la bofetada con otra bofetada.
Dichosos ellos porque la paz
será siempre su compañera.
Felices los que cuando os piden, dais;
los que sabéis animar, ayudar, acompañar,
los que sabéis alegrar
a quienes viven a vuestro lado.
Felices vosotros los que amáis a la familia
haciendo de vuestra casa un hogar feliz.
Dichosos los que amáis a los amigos,
si aprendéis a devolver bien por mal.
Dichosos vosotros si os profesáis amigos
de todas las personas y de todos los pueblos.
Dichosos vosotros porque la Paloma de DIOS
se acurruca serena en vuestro corazón,
porque sois HIJOS DEL FUEGO Y DEL AMOR.
porque habéis renunciado a la agresividad,
porque no deseáis ni hacéis mal a nadie.
Feliz el que no responde a la ofensa
con otra ofensa,
a la bofetada con otra bofetada.
Dichosos ellos porque la paz
será siempre su compañera.
Felices los que cuando os piden, dais;
los que sabéis animar, ayudar, acompañar,
los que sabéis alegrar
a quienes viven a vuestro lado.
Felices vosotros los que amáis a la familia
haciendo de vuestra casa un hogar feliz.
Dichosos los que amáis a los amigos,
si aprendéis a devolver bien por mal.
Dichosos vosotros si os profesáis amigos
de todas las personas y de todos los pueblos.
Dichosos vosotros porque la Paloma de DIOS
se acurruca serena en vuestro corazón,
porque sois HIJOS DEL FUEGO Y DEL AMOR.
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