
En la vida todo es cumplimiento. Desde que te acuesta hasta que te levantas decimos que descansamos, pero inmediatamente, levantados, empezamos a cumplir. Cumplir con el aseo diario, vestirnos, desayuno, transporte, trabajo...etc. Familia, hijos, escuela...etc. El tiempo de cada día está lleno de obligaciones y compromisos. Es la vida, porque vivir supone todo eso.
¡¡Y no hay más!! ¡Cómo!, ¿no hay más? No hay más. Dios, nuestro Padre no viene a ponernos más. ¿No te parece ya bastante? Lo que nos dice Jesús, de parte de su Padre, es que hagamos todas esas cosas con responsabilidad, compromiso y, sobre todo con amor. Eso es precisamente lo que es la Ley, una serie de normas que regulan nuestra vida y van dirigidas al bien común.
Y nuestra vida se compone de eso, de compromisos y responsabilidades, que hechos en Nombre de Dios y su presencia, significa cumplir su Voluntad. Porque lo que nuestro Padre Dios quiere es que vivamos en paz, como buenos hermanos. Quiere que hay justicia, respeto y libertad entre todos nosotros, y que nos amemos como Él nos lo ha dicho y su Hijo, Jesús, nos lo ha enseñado. No se trata de otra cosa ni de nuevas leyes y preceptos.
Simplemente, se trata de amar a Dios, nuestro Padre, sobre todas las cosas, y santificarlo. Y luego, honrar a nuestros padres de la tierra, a nuestras familias, hijos y hermanos, y también a todos los hombres y mujeres, porque en Xto. Jesús coincidimos todos como hermanos. Así, experimentamos que estamos cumpliendo la Voluntad de Dios y amándole como Él quiere.
Pidamos, pues, esa Gracia, la de darnos cuenta que el mayor acto religioso de un hombre es cumplir con su familia, con su trabajo y con su prójimo. Y eso es lo que todos nos proponemos y lo que Jesús nos viene a decir de parte de su Padre. Amén.
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