Me pierdo en mis pensamientos. Quiero amar, pero no sé o no siento como debo hacerlo. Trato de hablar, pero pienso que haré el ridículo o qué no me entenderán. ¿Cómo llegarles? Quizá escribiendo, pero surge de nuevo la duda de si te entenderán o no. Quiero tender la mano, pero me siento limitado, incapacitado, pecador...
No dejes que sucumbe, que se ahogue en el lodazal de este mundo adulterado por el mismo hombre. Levántalo, sostenlo y enderéchalo, para que con la mirada erguida pueda verte y conocerte.
Dame fuerzas para que con compasión pueda aliviarlo, esperanzarlo, presentártelo, arrimarlo a Ti y darte a conocer. Porque Tú eres la meta, la vida, el camino, la esperanza, lo que buscan, la felicidad, la eternidad.
Están ciegos y no te ven, y yo, Señor, que quiero y puedo verte no sé cómo reaccionar. Me quedo perplejo y llego a pensar que tampoco te veo, porque si no hago algo por ellos, como voy a decirte que lo hago por Ti.
¡Dios mío!, dame fortaleza, sabiduría, paciencia, firmeza y pasión para no desfallecer, para siempre estar enamorado como la primera vez, de tu Palabra, de tu amistad, de tu verdad, de tu compañía, de tu sinceridad, de tu compromiso, de tu compasión y misericordia.
Sabes Señor que quiero seguirte y corresponderte, que es lo que más me haría gozar, pero me cuesta, no sé ni qué ni cómo. De sueños estoy lleno. De repente quiero hacer esto, acabar con lo otro, arreglar el mundo, pero, pronto, me doy cuenta que soy una simple gotita en el inmenso mar, y nada puedo hacer. Solo una gota, una gota que se siente amenazada de ser lanzada a la orilla y acabar tragada por la arena o por el abrazador sol que calienta a la piedra.
Y solo, movido entre las corrientes de un lado para otro, me queda la esperanza de que Tú eres mi Padre, y me quieres, y me miras, y sabes quién soy y lo que soy. Así, dulcemente tranquilo me abandono en tus brazos y continuo navegando por los mares de este Cosmos que Tú has creado para que yo también, aunque pequeño, lo refresque con mi poca agua.
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