Muchas veces el creyente se tambalea en el camino de la fe, se siente ... |
Son momentos de duda, de tribulación, de desconcierto y de confusión. Son momentos en los que tu fe y la mía se enturbia y se desvanece. Son momentos en los que apetece huir, emborracharse con las luces del mundo y dejarse coger por el olvido del placer y de la indiferencia. Nos instalamos en nuestra zona de confort, plácidos, a gusto, confortables...
Son momentos de preguntas sin respuestas, y, mejor dicho, de preguntas no hechas ni intenciones de tratar de responder. Son momentos de vacíos y de voluntades quebradas, de caminos oscuros y pasos perdidos, de horizontes sin esperanza y de premios de muerte. Detrás no hay vereda sino abismo.
Sin embargo, muerta la fe, la confianza mantiene la esperanza, porque quien confía revive la fe perdida cuando la sombra de la muerte acecha y hace presencia. La confianza llama a la vida, y la vida vuelve porque espera a su llamada. Por eso, Él vino a darnos vida, y vida en abundancia. Sólo una llamada o un gesto de auxilio, hace que sintamos su presencia.
Mantengamos la confianza en el Señor, porque de la confianza nace la fe. Podemos perder la fe, pero nunca la confianza, porque en ella está escondida nuestra esperanza. La esperanza de nuestra salvación y de que Jesús ha venido a decirnos que ha bajado a salvarnos de parte de su Padre.
Digamos, pues. al Señor que estamos prestos a compartir nuestra muerte con la de Él, porque si en Él morimos, con Él resucitaremos también, y una Resurrección eterna y gozosa en su presencia. Amén.
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