Firmes son mis ataduras; pero mi corazón me... |
La oración brota desde lo más profundo del corazón, y si lo hace, es porque está ahí cautiva desde hace tiempo y no la has dejado salir. Pero, llegada la hora, nadie le impedirá escaparse y grita a los cuatro viento todo el amor que lleva acumulado.
Somos libres, y en aras de esa libertad podemos también precipitarnos por el vacío, encadenado con nuestra apagada oración. Ese camino que escogió Judas es el peor, porque atormenta y desespera, y sus resultados son graves, muy graves. Por eso, la única y verdadera salida, la que más nos conviene, es dejarte llenar por la Gracia de Padre Dios, y abandonado en sus Manos, esperar confiados a su misericordia y perdón.
Perdón a nosotros mismos, porque no nos aceptamos, porque no asumimos nuestros infortunios, porque no queremos sino ganar, ser mejor que el otro, vencer siempre y que se pongan a nuestro pies. Porque queremos ser los más fuertes, los más poderosos, los más cómodos, los más ricos, lo más sabios, los más...
Perdónanos Señor, y llénanos de humildad para aceptando nuestra pobreza, podamos ser capaces de actuar serenamente, en paz y con amor. Y no hay mejor ejemplo, después del Hijo, que la Madre. María fue la siempre llena de Gracia, porque su humildad y sencillez le abrieron el camino hacia el Señor. Por eso, junto a Ella, pidámosle que interceda por todos nosotros diciéndole:
Dios te salve, María, llena eres de Gracia,
bendita tú eres entre todas las mujeres...
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