Porque todo ha sido creado por Ti, en Ti y para Ti. Todo tiene la plenitud en la Encarnación, y todo fue previsto y programado para que se cumpliera en Jesús, el Hijo amado.
Él es el Primogénito, el Predilecto para lo que todo fue pensando, y en Él tiene lugar todas las cosas. Su Cuerpo y su Sangre fueron multiplicados para toda la humanidad, para alimentarla cada día, cada semana, cada domingo.
Él es el alimento que nos da la vida, la resurrección y la vida eterna. Solo Él puede saciar nuestra hambre y nuestra sed. Hambre de vivir en plenitud; insaciable anhelo de felicidad y eternidad que anida en lo más profundo de nuestro corazón. Solo Él lo puede colmar.
Solo Jesús puede alimentar el amor y la esperanza que necesitamos para superar todas las dificultades y desengaños de la vida sin desfallecer. En la más terrible de las caídas, solo sus enormes manos nos pueden sostener.
Jesús es la Palabra que se hace pan, que se hace carne, que se rompe y al tiempo se multiplica, que llena como nadie el vacío existencial de los hombres... ¡Algo más que panes y peces! Misterio inabarcable.
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