... de que nos comprometamos de lleno con la... |
Pero, a pesar de estar solo, en voz alta, sin miedo, sin sombras ni oscuridades, a la luz del día, porque cuando se habla en verdad, nada se oculta ni se esconde. Se pone encima de la mesa para que alumbre a todos aquellos que permanecen en la oscuridad.
Por eso, orar es profundamente sencillo, porque si no fuera así, Jesús no nos hubiese invitado a orar. Orar es levantar la voz, diría yo, al Padre, sin miedo a ser oído, y sin temor a ser reconocido, pues de nada sirve esconderse ya que tarde o temprano la luz se hará.
Orar es, en ese tono de confianza, suplicar al Padre para que nos de las fuerzas y capacidades de convertirnos, de hierros duros y rígidos, en maleables y dúctil a su Voluntad, que sólo busca el bien de cada uno.
Hoy, como cada día, quiero rogar y suplicar al Padre que transforme mi corazón y lo convierta algo más compasivo, solidario y practico. Que no se quede en los sentimientos, sino que llegue a ejecutarlos en la medida que pueda hacerlo. Porque una oración termina cuando la plegaria se hace vida, y la vida se hace plegaria.
Por eso, Padre, te pido que hagas de mi vida una oración más completa cada día. Amén.
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