Evangelio según San Lucas 11, 5-13 (Orar,
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fe, y la fe se apoya en la confianza. Puede debilitarse la fe, entrar en un mar de dudas o sentirse frágil ante los apegos e inclinaciones que el mundo te ofrece, pero la confianza en Jesús nunca se debe perder, porque si la pierdes todo se viene abajo. Creo que eso fue lo que le sucedió a Judas, luego su vida quedó sin rumbo, perdida y sin sentido.
Mantenida la confianza, la fe se recupera. Es el caso de Pedro y tantos otros. Podemos dudar, fracasar, mentir y pecar, pero no perdamos la confianza en Jesús, porque Él ha venido a perdonarnos. Necesitas nuestros pecados, pues Él no tiene. Quizás sea lo único que le falte: nuestros pecados.
No dudemos en entregárselos con toda confianza. Él los recogerá y purificará. Pagó con su muerte por todo ello y sería un despilfarro, el mayor del mundo, no aprovechar tal alto precio y amor. Él los ha lavado con su Sangre y su Crucifixión. Y nos limpiará para que podamos entrar a la Casa del Padre. Nunca perdamos esa confianza que alimenta nuestra fe.
Por lo tanto, seamos inoportuno, constantes, suplicantes y nunca dejemos de pedir al Padre por todo aquello que necesitamos para ser mejores personas y servir mejor a nuestros hermanos, tanto a los que estén con Xto. Jesús como a los que no lo estén. El amor se hace más amor cuando se derrama en alguien que nos rechaza o nos odia.
Así nos ama Jesús a cada uno de nosotros. ¿Cuantas veces le hemos rechazado?
1 comentario:
Sí, dudar, el pecado, la tibieza... después de que el Señor nos lava, nos purifica con el sacramento de la penitencia, es amargo, doloroso, si recaemos. No queremos caer en el pecado, luchamos contra nosotros mismos para que la Vida en Cristo se acreciente con perseverancia, y la sinceridad de nuestro corazón, aunque, no siempre somos tan sincero, porque volvemos a ofenderle, sin desearlo, haciendo el mal que detestamos, como le sucedía a San Pablo, pero con su perseverancia, ya sabemos donde está, con Cristo, adorando a Dios.
La constancia es necesaria, día a día tenemos ese encuentro con Cristo en el Sagrario, día a día le pedimos suplicante que nos ayude, pues no somos todo lo perfecto que deseariámos, pero ahí tenemos a Cristo, que no nos abandona. En el Silencio de Dios, también podemos oírle con claridad, es tiempo para reflexionar sobre nuestra vida. Teniendo en cuenta, que no tenemos el verdadero paraíso en este valle de lágrimas, sino donde está Dios, la Santísima y adorable Trinidad, es nuestro consuelo y fortaleza.
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