Todavía tenemos fresca ese signo en cruz de la ceniza. Es una premonición de que nuestro camino terminará en muerte, pero una muerte que no es el final, sino todo lo contrario, el comienzo de una vida eterna y gozosa si la hemos vivido aceptando la cruz que nos ha tocado vivir e injertados en XTO.JESÚS.
Porque de otra forma sería imposible vivirla. Sin Él nada podemos hacer, y la salvación que buscamos está en, con y por Él. Él es la referencia de cómo hemos de vivir y recorrer el camino.
Y ese camino debemos recorrerlo sabiendo que nuestro Padre Dios es un Padre bueno. Un Padre que sabe lo que hay en lo profundo de nuestro corazón, que nos perdona y nos quiere hasta entregarnos a su Hijo para rescatarnos del pecado y salvarnos. Un Padre al que puedo dirigirme y hablarle, porque me escucha, me oye y me responde.
Esa es nuestra recompensa, saber que tengo un Padre bueno que me salva. Y a ese Padre bueno le pido que me ayude a ser desprendido, a compartir lo que soy y tengo como única respuesta a su Amor. ¿Qué más recompensa puedo anhelar?
Padre, te pido que pueda ayunar de todo aquello que me separa de Ti, y no busque más recompensa que el alimento que da la Vida eterna, la Comunión con Jesucristo.
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