Seréis odiados por todos por causa de mi nombre; ... |
Es el camino que nos indica Jesús. Él nos amó y nos ama así. Su paciencia es ilimitada, sin condiciones, y solo nosotros podemos impedírselo en el uso de nuestra libertad. Jesús entrega su vida por aquellos que lo rechazan y le niegan. Podríamos decir que también lo hace por el diablo, porque el amor del Padre alcanza a todos.
Jesús no puede dejar de amar. Su Amor es infinito y por eso nos redime y nos gana el perdón del Padre. Sin embargo, permanece quieto ante nuestra decisión de aceptar su amor o no. Nos deja plena libertad para que seamos nosotros dueños de nuestra elección.
Y hay quien se rebela contra Él y trata de ganarnos también a nosotros. El mundo no está de acuerdo con Jesús, y menos le sigue en sus criterios y estilo de vida. El mundo opta por el poder, las riquezas y los placeres a costa de los demás. Los derechos y la justicia están en función del poder y las riquezas. Riquezas de todo tipo, no solo económicas sino carnales y sexuales. La felicidad apoyada en el vicio y el placer.
Jesús ama por encima de todo esto, y espera nuestra elección. Él nos ha elegido antes, pero somos nosotros ahora los que debemos seguirle. Y ese seguimiento implica recorrer su mismo camino. Un camino que nos lleva a ser odiados y perseguidos. Nuestra confianza debe servirnos para serles fieles y seguirle.
Porque nosotros no somos de este mundo, cuyo fin es la mediocridad y la muerte. Nosotros pertenecemos al mundo de Jesús, de la alegría y el gozo eterno. Un mundo donde estamos llamados a ser felices eternamente en la presencia del Padre.
Señor Jesús, nos sabemos salvados, queridos y perdonados. Tu Amor nos salva, pero nuestra corporalidad es débil, frágil y necesitamos tu Gracia. Sabemos que Tú nos la da, pero también necesitamos pedírtela porque somos tercos, impacientes, desesperados, pobres, pecadores. Nos cuesta sufrir y soportar la ira de los que no te comprenden y rechazan tu amor. Danos la fuerza de poder superar estas pruebas.
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