La sangre de Jesucristo limpia todo pecado y toda inmundicia. |
Porque me veo encadenado. Porque mis cadenas me pesan mucho y yo sólo no puedo liberarme. Estoy cogido por mi propia carnalidad. Mi vida, sucia por todos mis apegos, siente el peso del pecado, de la tribulación, de la fatiga y el fracaso. Necesito tu Gracia, Señor, para sentirme fuerte y capaz de vencerme.
¡Oh, Espíritu Santo, asísteme con el don de fortaleza para ser capaz de poner en tus Manos mi pobre y débil voluntad! Dame también la sabiduría de saber responderte, elegirte y dejarme dirigir.
Me siento en un mundo en caos, lleno de tentaciones contrarias a tu Voluntad. Un mundo guiado por el Príncipe del mal, del deseo soberbio de la ira, de la concupiscencia, del odio y la venganza. Un mundo, no de libertad, sino de esclavitud y sometimiento. Un mundo de desamor y muerte.
Y no puedo avanzar solo. Necesito tu acompañamiento, tu sabiduría, tu libertad y entendimiento, tu consejo, tu inteligencia, tu ciencia, tu fortaleza y tu temor de Dios. ¡Oh, Santo Espíritu, ven y mora en mí, y tómame de tu Mano para, en tu presencia, ser capaz de luchar contra este mundo, demonio y carne! Amén.
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