Padre nuestro que estás en el cielo; santificado sea tu Nombre. Pero en realidad santificamos su nombre, o simplemente nos justificamos con unas sencillas prácticas de media hora y el resto del tiempo para nosotros. Venga a nosotros tu Reino, ¿o lo que pedimos y queremos es que venga el nuestro, el reino que a nosotros nos interesa?
Hágase tu Voluntad, mientras coincida con la nuestra, pero cuando las cosas cambian ya no nos parece muy bien que se haga su Voluntad sino más bien la nuestra. Danos el pan de cada día, pero lo que nos interesa no es el pan de todos, sino el nuestro propio. Satisfechos nosotros, los demás que se lo arreglen como puedas.
Ponemos condiciones, y buscamos primero nuestras propias satisfacciones. Nos tenemos siempre presentes a nosotros mismos, y luego, en segundo lugar, pensamos en los demás. ¿Es eso pedir el pan de cada día, o más bien mi pan de cada día?
Y la mentira mayor viene ahora: "Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Cuando se trata de que nos perdonen, todo va bien, pero cuando se trata de perdonar a otros, la cosa se pone más difícil y ya no nos gusta tanto. Y solo en la medida que seamos capaces de perdonar, seremos nosotros perdonados.
No nos dejes caer en la tentación, le decimos a continuación. Pero cuando la tentación nos gusta la buscamos y nos ponemos en peligro. Nos justificamos presentándonos como pobres pecadores, pero no ponemos los medios que tenemos a nuestro alcance para resistirnos. Es decir nos autoengañamos, pero no al Señor que sabe la medida y las fuerzas de nuestras posibilidades. Tenemos voluntad y libertad para utilizarlas en bien de los que nos pide nuestro Padre Dios. Nos las ha dado para bien emplearlas.
Y líbranos del mal. Eso sí, pedir y pedir que nos saque de todos nuestros apurillos y errores, pero esforzarnos en no cometerlos y prepararnos para caer lo menos posible no va con nosotros. Lo nuestro es aprovecharnos de lo que podemos, y cuando nos equivocamos que nos rescaten gratuitamente.
Algo así como lo que pasa con nuestros Bancos. Lo hacen mal, no se preocupan, y ahora que venga todos los españoles y pagar sus malas gestiones. No somos conscientes de las mentiras que decimos cuando rezamos el Padre Nuestro.
Solo el proponernos ser algo más conscientes y tratar de esforzarnos en cumplir lo mejor posible lo que le decimos a nuestro Padre del cielo sería una oración nueva y grandiosa cada día que vivimos. Pidámosle al Señor que el Espíritu Santo, que nos ha sido enviado, nos de las fuerzas que necesitamos para poner nuestra voluntad y libertad en sus Manos. Amén.
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