Se hace pesado, son tantas cosas que queremos llevar, ¡por si acaso!, que no nos dejan levantar el vuelo rápido ni ir de aquí para allá de forma ligera y libre. Las necesidades, ¡nuestras necesidades!, nos atenazan, nos amarran, nos encadenan, nos esclavizan...
Y nos entretienen y despistan. ¿Cómo vamos a proclamar el Reino de los Cielos así? ¡Somos nosotros los que lo buscamos primero aquí, no en los Cielos! No podemos proclamar lo que nosotros mismos no creemos ni estamos convencidos.
Necesitamos aligerar nuestro paso y nuestras necesidades. Solo una cosa nos hace falta: "Un bastón y nada más". Ni alforjas, ni sandalias, ni túnicas de repuesto. ¡Ligeros! Prediquemos con el ejemplo para que se nos pueda creer, agarrados a lo más esencial, intentando no poner el acento en aquello que nos da seguridad.
Porque nuestra seguridad solo está en Jesucristo. Por lo tanto, no atesoremos tesoros en la tierra sino en el Cielo. No nos preocupemos tanto por las cosas y nuestras apariencias, porque de todo eso se encargará el Señor. Su Palabra nunca falla.
Pero, por mucho que hable y me diga, Señor, el camino se hace difícil y pesado. No es nada fácil. Por eso necesitamos la fuerza y la sabiduría del Espíritu Santo para no desfallecer ni desanimarnos. Necesitamos tu Gracia, Dios mío, para permanecer firme en la fe y confianza de qué agarrados a Ti seremos capaces de proclamar el Reino de los Cielos. Amén.
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