Siempre hay algún pero. Eso también lo sabes, porque conoces mi naturaleza caída, derrumbada y atormentada por mi soberbia y mi primer rechazo a tu Alianza y Gracia.
Sabes que yo quiero decirte lo mismo que Pedro, pero este mundo donde me muevo me atormenta, me tienta, me acecha, me provoca, y muchas veces puede conmigo. ¡Cuántos han desertado, incluso estando tan muy cerca de Ti, desde dentro de tu misma Iglesia, y con elevadas responsabilidades!
Y yo, un humilde granito de trigo, tan pequeño como ese granito de mostaza del que Tú hablas, no puedo, ni apenas, levantar la cabeza por mí mismo. Necesito ese volcán, como Pedro, dentro de mi insignificante corazón. Necesito ese impulso invencible de tu Gracia para levantar mi voz, erguir mi cabeza y proclamar con todas mis fuerzas que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
Sí, Padre, verdaderamente lo necesito, para responderte y, no solo con palabras, sino sobre todo con obras, con hechos concretos que no haga falta decir amor, sino que con mi obrar se pueda oírlo, se pueda verlo, se pueda sentirlo, se...
Entonces, todo quedará dicho, "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Amén.
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