Mc 4, 26-34 ... diciendo: “El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza |
Se me agotan las palabras, las ideas, los pensamientos... Vuelven a repetirse una y otra vez. El camino se hace pesado, se hace rutina, y cansa, agota, desespera. Siempre lo mismo, ya no sé que decirte. Sí, empiezo a comprender que es un camino de cruz. Igual al tuyo, y con el mismo final, la muerte. Aunque no la misma para todos.
Sin embargo, me tranquiliza lo que me dices hoy: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra;
duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que
él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego
espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo
admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Posiblemente me pueda estar pasando eso a mí. No sé cómo pero voy creciendo, y sin saber cómo también doy algún fruto. ¿Te parece, Dios mío que piense así? Sé que todos los frutos que he dado y que pueda dar son por tu labranza, por tu cultivo, y por tu siega. Si dependieran de mí sería un fracaso y una calamidad.
Por eso necesito estar pendiente de Ti, no apartarme mucho, tenerte cerca y visitarte todos los días. Así irás viendo como voy, como estoy y como debo cuidarme para que Tú me hagas más productivo. Para que Tú me puedas podar cada vez que necesite renovarme. Por eso quiero estar a tu lado, para que Tú puedas, Señor.
Porque quiero seguir creciendo, ganando fuerza, firmeza, consistencias, para que los frutos sean también buenos y sirvan para alimentar a otros. Y mis ramas para dar cobijo a otros. Quiero que saques todo el rendimiento posible de mí, Señor, y en esa actitud y confianza me pongo en tus Manos. Amén.
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