Continuamos en nuestro estudio de cómo
meditar
Padre
Saturnino Junquera, S.I.
Ejemplo de meditación
paso a paso
Oh Jesús:
1. Te adoro como a mi Dios.
2. Te obedezco como a mi Señor.
3. Te amo como a mi Padre.
4. Te temo como a mi Juez.
5. Te doy gracias como a mi Bienhechor.
No leas mucho y seguido, sino poco,
despacio y repetido. Si
lees mucho te cansaras, no podrás
digerirlo.
Medita.
Magnífico método para la meditación de
estas Visitas (100 Visitas, su pequeño
libro) es el segundo de los Tres Modos
de Orar que San Ignacio de Loyola
propone en sus Ejercicios Espirituales.
Después de ponerse en la presencia de Dios y pedirle su ayuda, (ver la anterior entrada “Pasos para una
buena meditación), se toma la
primera frase de la Visita y se detiene uno en su consideración todo el tiempo
que halle significaciones, comparaciones, gusto y consolación, no pasando a la
siguiente frase mientras en la primera se le ocurran a la mente ideas y el
consuelo enfervorice el corazón.
Ejemplo de meditación.
1.
Se toma
la primera frase de la primera Visita, que dice: “Oh Jesús, te adoro como a mi Dios.”
(En tu mente, en
tu corazón vas pensando y vas saboreando, gustando mientras vienen ideas que se
vuelven palabras en tu corazón)
Jesús es mi Dios.
Aunque hombre como
yo, es mi Dios.
Aunque niño en un
pesebre, es mi Dios.
Aunque obrero en
un taller, es mi Dios.
Aunque cadáver en
un sepulcro, es mi Dios.
Sus débiles manos de niño me hicieron y me dan todo cuanto
tengo.
Sus encallecidas
manos de carpintero me hiciron y me dan cuanto tengo.
Sus manos,
clavadas en una cruz, me hicieron y me dan cuanto tengo.
Sus manos rígidas
por la muerte, me hicieron y me dan cuanto tengo.
Como Dios que es, todo lo llena y está presente en todas las partes. Tengo
que adorarlo, reverenciarle, recodarle, hablarle, etc. etc.
Estas
y otras muchas ideas se le pueden ocurrir a uno en la primera frase.
(Deja que tu corazón
hable… se desborde… deja que las ideas fluyan en tu mente… no importa si es una
palabra, una frase, o una oración… gústala, ve saboreándola, ve desmenuzándola,
que tu corazon se desborde en amor…)
2.
Cuando
ya no se le ocurra nada, no sienta nada, pasa a la segunda frase.
“Oh Jesús, te obedezco como a mi Señor.”
Siendo Jesús Dios,
y por lo mismo Creador y Conservador mío y de todas las cosas, se sigue que es también
mi Dueño, absoluto, mi Señor.
Debo, pues,
obedecerle siempre y en todo.
Debo obedecerle me guste o me cueste.
Debo decirle con
San Pablo: “Saber, ¿qué quieres que haga?”
Señor, ¿qué quieres
que vea con mis ojos?
¿Qué quieres que
escuche con mis oídos?
¿Qué quieres que
hable con mi lengua?
¿Qué quieres que
haga con mis manos?
¿Qué quieres que
piense con mi cabeza?
¿Qué quieres que
ame con mi corazón?
¿En qué quieres
que emplee mi tiempo, mi dinero, mis facultades?
¿Cómo cumple tus
mandamientos?
¿Cómo obedezco a
mis superiores, que no son sino tur representantes?
Mi divisa ha de ver la
del Padrenuestro: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, etc.,
etc.
3.
Cuando
ya a uno no se le ocurra nada ni sienta
nada en esta segunda frase, pasa a la tercera: “Oh Jesús, yo te amo como a mi Padre.”
Jesús es mi Padre,
el mejor de los padres, pues me dio la existencia y la gracia, me conserva, me
alimenta, me viste, me cuida, me ama…
Yo también tengo
que amarte como buen hijo y procurar que también los demás, mis hermanos, le
amen, etc., etc.
Se termina la meditación
con un coloquio.
(Terminar con un coloquio significa que vas a mirar a los ojos de Jesús con
el alma henchida de ternura, vas a mirarlo con el alma llena de deseos de Dios,
y vas a abrir la puerta de tu corazón… dejando salir todos los sentimientos que
se agolpan en el interior de tu corazón… dejándolos salir… tu corazón derretido
de amor por el Dios del Amor… tu corazón sediento de Dios… como loca y
apasionada enamorada vas a dejar que tu corazón hable… que fluyan las palabras,
las miradas, los suspiros… los deseos… de un Dios que te ama con locura… y que
tu alma comienza a entrar en ese juego divino de amar con locura… déjate llevar
por el Espíritu Santo… no le ates… déjate seducir por el Dios que habita en lo
escondido de tu alma… míralo y amalo… porque Dios vale la pena.)
Desde la Soledad
del Sagrario
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