Cada día trae un nuevo amanecer. Nada se repite, aunque nos parezca la película repetida. Si pone los ojos del alma en acción, observarás que las cosas que ves cambian de color y presentan actitudes y formas diferentes a las del ultimo día. Porque, cada día, damos un paso más hacia el camino último de este mundo, para empezar el nuevo, el definitivo y eterno.
No se repite el camino. Cada día es diferente. Por eso necesitamos la Gracia del Espíritu de Dios para mirar con los ojos de Jesús. Tal y como se nos presenta en el icono del Padre Misericordioso de este año de Gracia proclamado por el Papa: Misericordiosos como el Padre.
Cada día es diferente porque Jesús, a igual que el Padre, no se cansa de perdonar. Su venida es por locura de Amor y de Misericordia, y cada día tenemos esa nueva oportunidad de lavarnos y limpiarnos en su Amor y su Misericordia. ¿Cómo van a ser iguales? Hoy, por la Gracia de Dios, veremos las cosas más imperfectas que mañana, porque la acción del Espíritu Santo nos asiste, nos guía y nos perfecciona. También, injertados en el Señor, y dóciles a su Gracia, cada día puede ser un paso más para amar más que ayer y menos que mañana. Esa es nuestra esperanza, que sólo la podemos hacer realidad en Xto. Jesús.
Por eso, Señor, yo creo en tu Palabra, y no te exijo nada. Sé que a Ti te gusta que te hable y que te pida, pero, a pesar de que lo hago, me conformo con lo que Tú me das y me ofreces. Porque siendo un Hermano tan bueno, y enviado por un Padre Bondadoso e Infinito, tu Palabra es Eterna y vivirla es la garantía mayor de ir por el camino correcto y verdadero.
Sé que no es tan fácil vivirlo, y más fácil decirlo, pero ahí esta el esfuerzo de mi fe y mi confianza. Fiarme y dejarme llevar por Ti. Por eso, cada día es diferente, y viene cargado de emociones, de relación contigo y de esperanzas. Porque Tú, mi Señor, eres el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.