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Y, ¡tan cerca estás!, que no te reconozco, e incluso te rechazo porque me pareces que, Tú, siendo Dios, no puedes rebajarte tanto. Y otra cosa, me parece tan fácil acceder a Ti que a dudo de tu presencia. Se hace todo tan normal que llega a convertirse en rutina, y de la rutina paso a la indiferencia.
Necesito algo más desconocido, no tan cerca, algo de fuera qué, por ser desconocido, me parezca más sorprendente, más impactante, más atrayente. Lo nuestro, lo mío, lo tengo tan a mano, tan cerca qué no lo valoro ni me parece tan importante.
Líbrame, Señor, de esta tentación tan frecuente y cercana a mí. Te tengo a pocos minutos de casa, vivo, real, presente en el Sagrario, y por tenerte tan al alcance no tomo conciencia de ese gran privilegio. Dame la sabiduría de apreciar el gran tesoro de saberme delante de Ti, y de poderme dirigirme a Ti.
Puedo alimentarme de tu Cuerpo diariamente, y recibir la Gracia de sacrificio incruento que cada día tengo la dicha de presenciar en la celebración de la Eucaristía. Allí te haces presente cada día bajo las especie de pan y vino, tal y como Tú mismo nos lo diste el día de la Santa Cena.
Perdóname, Señor, todas mis indiferencias, todos mis rechazos, todas mis osadas preguntas y desconfianzas; perdóname todas mis dudas y exigencias infundadas, llevado por mi incredulidad y mis escándalos. Dame la gracia de la fe, de la confianza y de la obediencia, porque, Tú, Señor, eres el verdadero Hijo de Dios. Amén.
1 comentario:
QUE HERMOSA Y SENTIDA REFLECCIÓN.LEER ESTO ME DÁ ÁNIMOS PARA EMPEZAR A BUSCARLO Y VALORARLO MAS,AHÍ ESCONDIDO EN EL SAGRARIO PERMANECE PRISIONERO DE AMOR POR NOSOTROS.BENDITO Y ALABADO SEAS SEÑOR.TE ADORO,TE ALABO Y TE BENDIGO.
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