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- Creo, Señor, pero dame tú la fe que me falta. BEATA JACINTA MARTO
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Porque me doy cuenta de mi poca fe. ¡Tantas veces que he alardeado de tener fe, e incluso muchos, que me conocen, así lo creen! No ha sido mi intención aparentar tenerla, pero creo que he llegado a creerme que tengo algo de fe. E incluso estoy convencido de ello, aunque sé que por mi propia naturaleza tengo dudas y tentaciones que trato de rechazar.
Sin embargo, hoy, no sé por qué, empiezo a darme cuenta que la fe depende enteramente de Ti. Sí, yo necesito buscarla, porque en mí está tu imagen y mi pobre ser se pregunta por su propia trascendencia. En cada hombre vive el hecho religioso, y la respuesta eres Tú, Dios mío. ¿Cómo no voy a preguntarme por Ti?
Quizás, este libro del misionero Emiliano Tardif, "Jesús, Tú mi Señor, estás vivo", (ver aquí), tiene algo de culpa. Porque leyendo sus experiencias, que no puedo negar, pues sería un gran embustero compartirlas sin ser ciertas, no asimilo ese testimonio como creo debería corresponder. Me ocurre como contigo, leo que dicen de Ti que sanas a la mujer enferma de flujo de sangre, o a la hija de ese magistrado, y, ¡sí, lo creo!, pero mi vida sigue igual.
¿Es eso fe, o una manera de entender la fe? ¿Hay un giro o cambio en mi vida? Tampoco, entiendo, que debo apresurarme y hacer locuras. Debo confiar que si viene de Ti, Tú pondrás los medios para que mi vida vaya según Tú dispongas. Y supongo que, poco a poco, debe ir por dónde Tú quieres que vaya. Al menos eso es lo que yo quiero y me esfuerzo en ponerme en tus Manos.
¿Dónde está mi fe, Señor? Y sin embargo respondes a mis ruegos y súplicas, porque a tropezones y debilidades sigo o intento seguir tus pasos. ¿Es esa la respuesta y lo que Tu quieres de mí en este momento? Pues yo sigo detrás de Ti, Señor Jesús, aunque mis pasos no sean firmes, no encuentre el eco de tus Palabras, o no atinen a oír tus susurros ni sientan tus caricias. Aquí estoy, Señor.
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