Tú me has llamado. y me he echado al camino sin... |
Porque oigo que nos llamas a todos. ¡Pero, Señor, yo no soy capaz de seguirte, me cuesta mucho! Y además soy un desastre y muy poco organizado. Me vence la pereza, las desganas. Soy inconstante y todo lo que empiezo, lo dejo a medio terminar.
¡Si Tú supieras la cantidad de cosas que he empezado y he dejado a medio terminar! ¡Y los proyectos e ideas que me han ilusionado y ni han salido del huevo! He llegado a pensar que no sirvo para nada, o que solo sirvo para hacer lo que me apetece sin más responsabilidades.
¡No, Señor, no soy de los tuyos! Seguramente te has equivocado. Yo me canso de todo, hasta de Ti. ¿Cómo puedes pensar en mí, Dios mío? ¿Si me parece que cada día soy peor, y hasta tengo menos fe? Yo no soy digno de Ti, mi Señor, así que déjame y olvídate de mí, porque seguramente te voy a defraudar.
Sin embargo, ¿sabes una cosa? ¡Me asombra tu constancia, tu perseverancia, tu interés por mí! ¿No comprendo cómo has llegado a morir por mí? ¡Si yo no valgo ni un real! Eso sí me hace pensar, y me cuestiona. Y me da confianza, hasta tal punto que, a veces, siento ganas de hacer lo mismo que el Mateo del Evangelio. Tuvo que ser un personaje importante, fuerte y seguro, ¡me gustaría ser también como él!
¿Tú crees, Señor, que puedo ser lo mismo que Mateo, ese apóstol que Tu elegiste? ¡Si Tú me llamas, supongo que será porque lo crees! Y aunque sea menos, ¿no te importa que te siga y haga lo que pueda? Supongo que Tú me ayudarás, y cuando me equivoque, Tú, corregirás mi error.
Creo que eres un amigo fiel, ¡mi mejor amigo!, y estarás dispuesto a comprenderme, a levantarme, a dar la cara por mí, a perdonarme, a aconsejarme, a darme fuerzas, a infundirme sabiduría, paciencia, generosidad, misericordia. ¿Te digo una cosa, Jesús? Creo que yo también estoy dispuesto a seguirte, sobre todo porque tengo la confianza que siempre puedo contar Contigo. Gracias mi Señor. Amén.
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